viernes, 28 de diciembre de 2007
uN iNeViTaBLe éCSiTo - eL FaNTaSMa De La óPeRa CoN GaLLeTiTas
martes, 4 de diciembre de 2007
Silueto en el hospital público..
miércoles, 28 de noviembre de 2007
La vuelta de los conejos
En realidad no se llaman Los Conejos, sino Los Conquistadores, pero cuando publiqué el artículo anterior no quise mandarlos al frente...
Presten atención por favor al estribillo de esta canción "quiero tener corazón de chancho para comer, no quiero tener corazón de CURA, porque los curas no tienen mujer.."
también es muy fuerte cuando cantan:"cuando llegó su marido me vió que estaba comiendo el chancho de su mujer"
es claramente una de las más bellas poesías latinoamericanas de los últimos tiempos,
con un fuerte y sostenido compromiso social, crítica y contestataria..
estamos sin dudas frente a un grupo revolucionario
escuchen y vean.. no se arrepentirán...
Una cosita más: en la actuación detrás de la máscara Alfredo Alcón.
jueves, 23 de agosto de 2007
martes, 19 de junio de 2007
NuÑeZ CoRTéS MeiNViTó uN RuTiNi
sábado, 16 de junio de 2007
Me VoY a ViViR a eCuaDoR
Pero realmente se aprecia el arte de los cinco fantásticos de Quito en este segundo disco que llamaron "Soy conejo y no me dejo" del cual se desprende este excelente trabajo de la banda junto al director de cine Camilo Luzuriaga. Gracias Samurai por tu inconmensurable colaboración en este blog. Que lo disfruten...
martes, 20 de febrero de 2007
lunes, 19 de febrero de 2007
El Murciélago Rubio - Spencer Holst
El murciélago tenía los ojos azules más lindos que el barman hubiera visto.
Mientras volaban a 40 millas por hora en el Subterráneo Independiente, el barman se preguntó si esos cándidos ojos azules arderían en la penumbra como tranquilas llamas púrpuras, como las lamparitas azules de los extremos de las plataformas del subte.
El vestido de ella estaba hecho de terciopelo negro con alas de seda negra y guantes de raso; llevaba una curiosa máscara, que revelaba más de su rostro de lo que ocultaba; sus zapatos eran de taco alto y afelpados, y él advirtió que sus piés eran delicados, y se preguntó si ella estaría descalza debajo de esos zapatos o llevaría medias, y apostó a que tenía lindos dedos de los pies.
Este barman se estaba enamorando.
Era ralmente algo raro: un barman enamorándose de una extraña chica rubia que llevaba un traje de murciélago, en un subterráneo.
La mayoría de los idilios en subterráneo se bajan en la calle 34 para ir a una estación de ferrocarril de ahí a Saskatchewan: pero no tiene por qué ser de esa manera.
Por ejemplo, en esta historia el barman no sólo tendrá el valor de hablarle a esta chica: hasta se enamorarán los dos.
¡Cómo!, dicen ustedes. Están un poco indignados.
Me acusan de sadismo. Permitir que mi personaje, el barman gordo, de cara colorada, se enamore de esta muchachita. Ella se cansará pronto de él, dicen ustedes, lo dejará por un hombre más jóven, más adecuado, pues a través de la riqueza y el buen gusto de su traje, y la dignidad y la gracia de sus rasgos, es obvio que proviene de una buena familia. ¡Cuán infeliz harás al barman!, me dicen ustedes.
¡Tonterías! Yo no voy a hacer infeliz al barman.
Con seguridad, sin embargo, el barman tendrá muchos meses horribles después de esta noche de amor, y muchos años de tristeza después, pero esto no es la infelicidad, porque él hará muchas buenas acciones en agradecimiento al mundo por permitirle esta noche mágica.
No, la infelicidad es otra cosa; la infelicidad es no tener el valor. Pero volvamos a la historia: el tren entró rugiendo en la estación de Delancey Street y los ojos del barman se le salieron de las órbitas porque montones de gente disfrazada estaban bailando y cantando y soplando cornetas y corriendo y gritando y exaltándose en la plataforma del subte.
La chica se levantó.
El barman se levantó también, y con ojos ausentes y distraídos la siguió hasta el andén y fue allí donde habló con ella.
Ella lo miró, asombrada; lo miró de arriba a abajo; después se rió, pero no estaba riéndose de él, de eso estaba él seguro: era una risa de alegría que él iba a recordar.
Ella corrió.
El la persiguió!
Ella corrió a través de la muchedumbre, era escurridiza, parecía delizarse entre estos locos parranderos gesticulantes, mientras él tenía que luchar por cada pulgada y en su apasionada persecución le pisó un dedo a Napoleón, derribó a una bruja gorda y chillona, golpeó a un payaso en el estómago, sentó en el suelo a un sorprendido gorila, tropezó con la reina de Inglaterra, y ella corría y corría, fuera del subte, por Delancey Street hacia el río, hasta que él la atrapó y ella se quedó quieta en sus brazos mientras tomaba aliento, lanzando ocasionales risitas de alegría.
Era tan suave que él la besó, y después caminaron juntos, del brazo, mirando los fuegos artificiales y las multitudes, deteniéndose aquí y allá para tomar una cerverza.
¡Toda la ciudad estaba de fiesta!
Todo el mundo estaba disfrazado, todo el mundo tenía careta, y había reflectores, papel picado y fuegos artificiales por todas partes, como si fuera un maravilloso carnaval o algo así, y el barman se sintió un poco fuera de lugar con sus apagadas ropas de calle, sin una careta tan siquiera.
Pero la chica le dijo que estaba muy bien vestido.
Y él le preguntó qué era toda esa celebración, no había oído hablar de ninguna, pero ella simplemente se rió y lo besó, y eso fue todo.
Y así bregaron felizmente a través de las multitudes y de la noche, deteniéndose de vez en cuando para bailar, con una extraña música lenta en las tabernas, o con el jazz salvaje que se tocaba en casi todos los rincones.
Ella señaló un gran reloj en un edificio. Eran las once en punto.
Ella lo hizo apurar hasta una larga fila que caminaba lentamente ante la plataforma de un jurado, y cuando les llegó el turno los jurados hicieron un gran alboroto sobre ellos, y un jurado insistía en señalar con admiración la corbata brillante del barman, de modo que ganaron el concurso y ambos obtuvieron grandes copas de amor.
Los jurados los condujeron ante un gigantezco trono del amor, alzado muy por encima de la multitud que aclamaba, un tremendo almohadón, más grande que un colchón.
¡Era el trono para ellos! ¡Eran el rey y la reina de la noche! Habían ganado el concurso de disfraces.
Entonces el barman escuchó un tremendo tañido, la muchedumbre empezó a gritar y a aullar.
Él escuchó una sirena, baja, mucho tiempo.
La calle Delancey había enloquecido.
Su chica se sacó la máscara y él contuvo el aliento, tan hermosa era mientras señalaba el gran reloj en el edificio; ella lo dijo en susurros, tierna de pasión, amorosamente; le dijo: "¡Es medianoche! ¡Quítate la careta!".
miércoles, 31 de enero de 2007
lunes, 29 de enero de 2007
jueves, 11 de enero de 2007
ESPEREMOS QUE NO SE REPITA
Este año, a partir del robo, sestá moviendo un poco más la cuestión...
Esperemos que sea un año de puta madre!
GRACIAS A TODXS LXS QUE SE SOLIDARIZARON DE UNA U OTRA MANERA.
AGUANTE RADIO ESTACION SUR CARAJO!
PD:la imagen la creamos con el Niño. Pasó un año nada más... pero las cosas cambiaron tanto!!
lunes, 8 de enero de 2007
La Otra Vaca (construxion colectiva)
Todos comíamos haciendo honor a ese momento histórico, a ese hecho sin igual, a esa memorable fecha, todos comíamos como si fuera la última vez. No sólo la última vez en esa casona, sino LAULTIMAVEZ.
Y casi toma forma esa tontera (eso de LAULTIMAVEZ) cerca de las dos de la mañana, pero nadie se dio cuenta creo.
Dejé de tocar la guitarra. El olor a gas era muy fuerte a pesar destar al airelibre.
No entendía cómo los demás podían soportarlo. El Anfitrión pareció enojarse un poco ante minsistencia y me miró con sorna cuando le dije por trigésima vez quel olor a gas nos iba a hacer mal.
Holden con su vozarrón explicaba, como si fuera un catedrático, los por qué y los qué de festejos y antifestejos futboleros y extrafutboleros; alegatos sin sentido a la barbarie que Manuco y Paul intentaban referirse pero solo proferían balbuceos mezcla de bronca y risa, sin poder argumentar, mientras otra ronda en dosis justas de cena calmaba las aguas solo por instantes.
Salí de la casona a tomar un poco de aire.
Salí a tomar aire decía y entonces escuché vagamente unos rasguños a la ventana questá en el frente de la casona. Parecía un gato. Pero no.
Luego de unos minutos, yo preguntaba y eso que había adentro contestaba si o no (“sí” un golpe, “no” dos golpes). Entré con sumo cuidado a la casa de adelante y ahí estaba atado y con la boca tapada con una cinta (como en las películas) el flaco que vive con el Roedor (alias del dueño de casa).
Lo desaté.
Su revelación primero me causó gracia, luego terminé por creerla y por hacer algo al respecto.
Me dijo: “El Roedor los quiere matar a todos, los está envenenado. ¿No sienten el olor a nitrógeno? El Roedor quiere dormirlos a todos… de hecho dijo que se iba a ir de esta casa y no es así… cuando lo descubrí era demasiado tarde... discutimos y comenzó a golpearme, pero en ese momento llegó uno de ustedes creo que era Django o algo así…” el relato era claro, pero como de a espasmos…
-Me cuesta mucho creerte- dije.
- Hacé lo que quieras, pero los quiere matar a todos con un caño que puso de un gas parecido al nitrógeno…
-¿Pero no le hace nada a él? ¿Por qué?
- No, él es un extraterrestre (…).
Me reí durante varios minutos. Pero el flaco se enojó y casi me pega. Me dijo:-callate!!!
Mexplicó un montón de veces pero yo no le creía! Hasta que me mostró las fotos y me obligó a entrar al sótano y me obligó a tocar y a revisar el instrumental (sofisticadísimo) que supuestamente era de nuestro anfitrión.
Cuando las pruebas fueron contundentes como para que dejara de reirme, él (nunca reveló su nombre) me dijo que tenía que ayudarlo a desmantelar el plan.
Reconozco que dudé mucho, pero quel flaco me había convencido de tal forma que quería salir corriendo a pegarle a Roedor. Él me frenó enojándose: - sos loco!! Es muy poderoso!!!
Durante toda la “misión” alterné entre la locura, el creer o no creer, la risa, los nervios y la anciedad.
Mientras el flaco trataba de cerrar una especie de manija, yo tenía que pasar por encima de donde todos seguían disfrutando de la velada y torcer (sin hacer ruido) el caño del cual salía el tóxico… tenía pocos segundos porque la manija que iba a cerrar mi (ahora) coequiper duraba cerrada entre diez y doce segundos según él mismo había comprobado.
La coordinación fue casi perfecta.
Lo más temible fue cuando pasé por el techo muy cerca del patio. Por suerte hablaban cada vez más fuerte y no se me escuchó mientras me arrastraba y golpeaba a veces, por atolondrado, por llegar al caño sin que ellos se dieran cuenta y a tiempo, para que no pasara nada.
Lo logré, en unos segundos (siete u ocho) pude enconvar el caño con la herramienta que me había dado el flaco y volver antes que se diera cuenta nadie.
Cuando concluímos la misión, desde la salida del sótano el flaco me dijo: - ahora rajá, cuando se dé cuenta nos mata…
Así que corrí, corrí hasta casa. Después, bien tarde, llamé a uno de los questaba comiendo ahí y me dijo que todo estaba terminando, questaban bien.
Al otro día me aseguré que todos estén, que nadie haya quedado en esa casa. Ahí respiré de nuevo.
Creo que Roedor nunca supo que fui yo el que arruinó su plan. Pero también estoy seguro que a varios de los questuvieron, el gas les afectó irremediablemente…
viernes, 5 de enero de 2007
viernes, 29 de diciembre de 2006
eL PeRSoNaJe Que Me CaGó uN CueNTo
Juan fue un gran lector desde niño. Comenzó leyendo cuentos policiales, pero poco a poco le parecieron superfluos y comenzó a buscar algo más que una trama donde lo importante era saber quién había sido el asesino o el ladrón o el culpable de algo.
Cuando tenía veinte años, estaba muy de moda en Argentina, y en algunas partes del mundo, leer a autores latinoamericanos. Fue allí cuando Juan conoció algunos cuentos y no pocas novelas de Cortázar, de García Márquez, de Roberto Arlt y de Manuel Puig, entre otros. Quedó fascinado con la literatura de ficción y comenzó a frecuentar lugares donde se juntaban a leer o a comentar cuentos y poesías. En uno de esos sitios, alguien le hizo llegar un libro de Gógol y desde ese momento, comenzó su adicción a la literatura rusa.
A tal punto era su fervor por los autores rusos, que comenzó a estudiar el idioma y hasta tradujo Anna Karénina de Lev Tolstói. Esta traducción le llevó año y medio, trabajando varias horas semanales, sin embargo a pocas personas se lo hizo saber, pero ni siquiera trató de publicarlo.
Transcurrieron los años y Juan se casó, comenzó a trabajar varias horas más que antes y poco era el tiempo que podía dedicarle a la literatura, pero siempre trataba de hacerle un lugar ya que había encontrado en la lectura un placer especial.
Nació su primer hijo y Juan se encargó de que los libros estuvieran siempre a mano. Nunca lo presionó para que leyera algo, pero siempre le recomendaba autores o le comentaba lo bueno que era algún libro como para crear algún interés en el chico.
Ahora Juan estaba nuevamente en la misma plaza donde había leído, a los quince años, su primera novela. Trató de buscar exactamente el banco donde había ocurrido aquel acontecimiento tan maravilloso para él.
Luego de varias vueltas reconoció, aunque estaba lejos, el banco. Estaba ocupado por un joven que leía un grueso libro. Juan sonrió pensando en la posibilidad de que aquel muchacho estaría leyendo por primera vez una novela en ese mismo banco.
Al acercarse, le sorprendió el parecido con él mismo que encontraba en aquél joven lector. Mayor fue su asombro al descubrir que este chico estaba leyendo la Odisea, que era justamente el libro que Juan había leído en aquella ocasión.
Juan comenzó a sentirse dentro de una ficción. Iba acercándose hacia aquel banco y a sí mismo. Estaba frente a él mismo, de joven leyendo su primer novela...
- ¡Un momento, prototipo de mal escritor!- me gritó Juan mirándome y revoleando el libro que traía en la mano.- ¿no se cuenta que esto es un plagio?
¿Cómo puede imaginarse que un personaje como yo, tan culto, puede prestarse a una farsa de esta tesitura?. ¿No se da cuenta que esto ya fue escrito anteriormente por otros autores como Borges por ejemplo?.-
Juan no dejaba de gritarme barbaridades y movía los brazos esquizofrénicamente. Me recordó que esto era un plagio de otros plagios y me preguntó por qué no usaba directamente mi nombre para hacer este tipo de introspecciones y lo usaba a él, que sólo pretendía disfrutar de su lectura.
- Déjese de joder, encontrarse con uno de joven, ¡por favor!. Usted es un ignorante, me hizo perder demasiado tiempo con esta especie de retrospectiva tan trillada...
Juan se fue del cuento insultándome efusivamente sin dejar que yo le explicase nada. Sentado en el banco, mirando perplejo, está Agustín, el personaje que se quedó sin laburo.
Agustín, quien leía por primera vez una novela, debía encontrarse con Juan, su padre, para compartir la experiencia, Juan nunca se enteró.
jueves, 28 de diciembre de 2006
Una Intertextual (habitual y renglón por medio). es de Panchito, de una época en que nos comunicábamos así.
¿A qué debo el honor de que las alegres musas del or-
den y la belleza ecuánime, diosas excelsas del apolíneo can-
to dilatado, desaten su lengua para recordarme? No por mi
currículum, pues saben a pesar de mi tiempo en el espectá-
culo, que no es tan grande, intacto al lado del vuestro des-
collante y extenso, imagen del templo que el saber ha cons-
truido y mil veces penetrado, de muchas y extrañas formas
vuestro ardor poético.
Aunque, pensándolo y meditándolo bien, tal vez mi pe-
nitente amor por las letras, que allende el tiempo se mantie-
ne firme y erecto, los ha seducido, cosa obviamente natural
entre personas amantes de las Artes Bellas.
Querido Sergio: me impactó el calificativo “oloroso”,
y es así, debo reconocerlo muy a mi pesar, pero en realidad
a vos os debo, sinceramente, ese ineludible perfume a ca-
melias, a rosas, a orquídeas y zafiros, por qué no a albaha-
ca que me impregna cuando penetro en el jardín de tu co-
lorida poesía, lugar de duendes donde la imaginación vue-
la, allí donde abundan inusitadas las largas y olvidadas ver-
dades con que a tus lectores más fieles sorprendes y hala-
gas , recuerdos de vaya uno a saber cuántos visitantes
que han disfrutado de tu poesía.
Y a vos, dilecto Marcelo, os debo esa metáfora
musicalísima, eco de lejanos cantares órfico pitagóricos,
“ya no soplará más música...” , flatus vocis , flatus or-
gani, cual órgano soplando dulces notas en afinación Vallo-
ti, que con gusto haré resonar para vos. Me gustaría ca-
minar con vos: si me oyeras, sería gran manera de hala-
garme en tu presencia, para mostraros el sonido de mi co-
razón que vibra con la poesía y en sus notas se desve-
la como un violín afinado y sonoro, no como la tuba rota
de aquellos que no poseen la profunda y suave sensibilidad
que vuestra merced tiene, como todos sabemos, por el cu-
rioso don de la palabra. Este es amigo, pues, mi gran anhe-
lo, y que allí quedará esperando algún día salir a la luz
si llego a verlo personalmente.
No quiero olvidarme de Seba, quien estará más
ocupado que nosotros, pero leyendo los mails sin dudas y
turbándose con el contenido fino y delicado de estos poemas,
pergeñando ya una presta rima y, cual tierra prometida, miel
y leche derramando sobre el teclado de la PC de Quid. Un as-
cendente poeta, exquisito, de singular pluma y verbo magnífi-
co, verdaderamente, que dará que hablar a todo La Plata
y al país incluso.
Finalmente me despido, recordándoles que tengo
ganas de participar de vuestro círculo: cuéntenme pues como
un miembro firme, siempre dispuesto a complacerlos.
Con cariño...
Canis Calidus
PD: ¿hace falta recordarles que deben leer renglón por medio?
A partir del libro PESO FORMIDABLE de JULIAN AXAT
Sr. escritor, boga y actor Julián Axat:
Salvo algunas excepciones, como habíamos hablado hace unos días, para mí la poesía es siempre una especie de:
Interjección apelativa
del sentimiento primario privado
del espíritu (obsoleto
Esqueletos del pensamiento egoísta
(y escueto
que unos pocos se permiten deslizar
sobre las superficies más ásperas y llenas
de ruido
al tiempo que
llenan
sus vísceras
con excremento literario e intelectualoso
sin medir
consecuencia
expresiones carentes de color
de melodías
que son oídas por expertos
en la nada
más llena
de nada
de vacío
de tapa de asado
y de chorizos...
TOMATE el Mate
“Los sueños son útiles porque son libres”
Herminioiglesias me ofreció que chupara por séptima vez su mate, pero yo no quería más.
Salté al edificio contiguo sin mirar abajo – a pesar de mi habilidad a veces le tengo miedo al vértigo-.
Pude penetrar al departamento 12 A a través de la ventanita del baño.
Una música tenue apaciguó mi agitación. Al abrir la puerta del baño para salir del departamento, percibí que aquello que sonaba era Vilma Palma e Vampiros.
Un toldo de una verdulería, doce pisos abajo, salvó mi vida, pero no pudo evitar que los vidrios de la ventana que rompí cuando me tiré aturdido, abrieran la piel de mi pierna izquierda. Afortunadamente tenía guardado en la media mi encendedor “Massolo” y pude cauterizar la herida quemándola. Resistí el dolor mordiendo un pepino quel verdulero me ofreció compadeciéndose.
Herminioiglesias gritó que me detuvieran. Dejé 50 centavos en el mostrador, me llevé el pepino y le dije al verdulero que se quedara con el vuelto.
Corría, a pesar de mi herida en la pierna, con una velocidad animal. Además, Herminioiglesias se detenía cada vez que alguien le pedía un autógrafo dejándome varios minutos de ventaja.
Acudí, casi como último recurso para salvar mis entrañas, a la persona que más confianza me transmitió en los últimos días: el pai Miroli.
Cuando uno entra a la casa del pai, sólo debe abrir la puerta (sin golpear) y ni siquiera hacer un ínfimo ruido.
Debo reconocer que derramé algunas lágrimas cuando vi al pai Miroli masturbándose mientras miraba un video de la sirenita, pero me sobresalté al oír los golpes en la puerta y los gritos de Herminioiglesias ofreciéndome el mate y tuve que huir por la puerta trasera.
Corrí durante horas por el campo haciendo zigzag para despistar a Herminioiglesias que gritaba agitadamente: “Tomate el mate hijo de puta!, Dale que se enfría!
La sequedad en la boca impidió que pudiera pedir ayuda a una familia que encontré detrás de un ombú jugando al dígalo con mímica. Por mis señas ellos comprendieron el problema y me escondieron dentro de un Tupperware que tenía olor a salchichón primavera.
Comenzó a faltarme el aire, rasgué mis ropas y llegué a silbar la marcha de San Lorenzo. Cuando iba por la sexta estrofa, el más anciano de la familia me dijo:
- Salí, ya pasó.
Mis pulmones volvieron a llenarse de aire.
- Muchas gracias!- dije. Y atiné a preguntar: - ¿Quiénes son ustedes?
- Somos Lucía, Joaquín y Roberto Galán.
- Que dios los bendiga.
Subí al 273 y saqué de 0,75. Mario Sapag, que ocupaba el primer asiento, me cedió el lugar, seguramente por mi aspecto andrajoso.
Bajé en plaza Italia y me tiré a descansar luego de la agitada huida.
Mientras comía el pepino, tirado boca abajo, me di cuenta que delante de mis ojos había unas Converse All Start Original U.S.A. violetas. Comencé a subir la vista y era él. Sí. Herminioiglesias que actuó hábilmente sin dejarme escabullir.
Ahora él estaba encima mío, apoyando sus rodillas en mi pecho mientras decía salpicándome con saliva:
- Tomateló hijo de puta!. Tomate el mate!. Tomalo o te rompo la cara!.