“Los sueños son útiles porque son libres”
Herminioiglesias me ofreció que chupara por séptima vez su mate, pero yo no quería más.
Salté al edificio contiguo sin mirar abajo – a pesar de mi habilidad a veces le tengo miedo al vértigo-.
Pude penetrar al departamento 12 A a través de la ventanita del baño.
Una música tenue apaciguó mi agitación. Al abrir la puerta del baño para salir del departamento, percibí que aquello que sonaba era Vilma Palma e Vampiros.
Un toldo de una verdulería, doce pisos abajo, salvó mi vida, pero no pudo evitar que los vidrios de la ventana que rompí cuando me tiré aturdido, abrieran la piel de mi pierna izquierda. Afortunadamente tenía guardado en la media mi encendedor “Massolo” y pude cauterizar la herida quemándola. Resistí el dolor mordiendo un pepino quel verdulero me ofreció compadeciéndose.
Herminioiglesias gritó que me detuvieran. Dejé 50 centavos en el mostrador, me llevé el pepino y le dije al verdulero que se quedara con el vuelto.
Corría, a pesar de mi herida en la pierna, con una velocidad animal. Además, Herminioiglesias se detenía cada vez que alguien le pedía un autógrafo dejándome varios minutos de ventaja.
Acudí, casi como último recurso para salvar mis entrañas, a la persona que más confianza me transmitió en los últimos días: el pai Miroli.
Cuando uno entra a la casa del pai, sólo debe abrir la puerta (sin golpear) y ni siquiera hacer un ínfimo ruido.
Debo reconocer que derramé algunas lágrimas cuando vi al pai Miroli masturbándose mientras miraba un video de la sirenita, pero me sobresalté al oír los golpes en la puerta y los gritos de Herminioiglesias ofreciéndome el mate y tuve que huir por la puerta trasera.
Corrí durante horas por el campo haciendo zigzag para despistar a Herminioiglesias que gritaba agitadamente: “Tomate el mate hijo de puta!, Dale que se enfría!
La sequedad en la boca impidió que pudiera pedir ayuda a una familia que encontré detrás de un ombú jugando al dígalo con mímica. Por mis señas ellos comprendieron el problema y me escondieron dentro de un Tupperware que tenía olor a salchichón primavera.
Comenzó a faltarme el aire, rasgué mis ropas y llegué a silbar la marcha de San Lorenzo. Cuando iba por la sexta estrofa, el más anciano de la familia me dijo:
- Salí, ya pasó.
Mis pulmones volvieron a llenarse de aire.
- Muchas gracias!- dije. Y atiné a preguntar: - ¿Quiénes son ustedes?
- Somos Lucía, Joaquín y Roberto Galán.
- Que dios los bendiga.
Subí al 273 y saqué de 0,75. Mario Sapag, que ocupaba el primer asiento, me cedió el lugar, seguramente por mi aspecto andrajoso.
Bajé en plaza Italia y me tiré a descansar luego de la agitada huida.
Mientras comía el pepino, tirado boca abajo, me di cuenta que delante de mis ojos había unas Converse All Start Original U.S.A. violetas. Comencé a subir la vista y era él. Sí. Herminioiglesias que actuó hábilmente sin dejarme escabullir.
Ahora él estaba encima mío, apoyando sus rodillas en mi pecho mientras decía salpicándome con saliva:
- Tomateló hijo de puta!. Tomate el mate!. Tomalo o te rompo la cara!.
4 comentarios:
Buen relato. Un comienzo contundente.
¿al final tomaste el mate o no?
Manucco, todos "tomamos de ese mate"
jajajajajaja
Bueno, amigazo, ahora a sostener este comienzo rutilante. Qué puedo decir. Ojalá que siga así, porque me convertiré en un adicto.
PD: Puta, esto no es el Sedronar.
un relato sublime, debo reconocer que lo terminé con los ojos vidriosos y chupando un mate lavado. Y que atino el pepino (perdón por la cacofonía)existendo infinidad de hortalizas terminar con un pepino siempre es un reto literario. La sensación al leerlo: una electricidad recorriendome la espina hasta culminar en el púbis, el vello cresto se puso lacio, como cuando abro la "siam" muñido de la escoba y sin ojotas. Bravo.
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